Ella, se cruzó en mi vida por la simpleza del trabajo conjunto, si no ese encuentro, debido a las vidas paralelas, que habitan los diferentes submundos de este sistema, hubiera sido imposible. Pero lo imposible se hizo posible y dio cobijo al sentimiento de admiración que me surgió, al ir conociendo a esta mujer que les presento.Ella, apodada para la ocasión; Marta, es una mártir y una superviviente, gitana y camaleónica. Su vida; con mas espinas que rosas.Su amor; lo entrega a sus raíces, a su familia, a su estirpe, traspasando los limites de lo ordinario (y de lo legal) para que esta no sólo sobreviva si no que se enamore de la vida, aunque a veces duela.
Pongámonos es antecedentes; es presa. Robó, y mucho, siempre en grandes almacenes, con peluca, pero no a lo loco, como si de un trabajo formal se tratara, con otras trabajadoras sin contrato, salían y llenaban el portabulto del coche unas cuantas veces al día, con la intención de dar de comer a su plebe, que en estos casos, suele ser amplia ; 4 hijos más un marido esquizofréncio y ADICTO.Ella, tiene la paciencia de un monje tibetano, lograda a base de momentos superados y de pastillas varias, (con todo no puede una) y una fuerza,que sólo es posible si viene marcada por hechos extraordinarios, llenos de un afecto profundo y que son los que tejen la existencia de esta mujer.
Su infancia;en el somorrostro. Un barrio de gitanos de la Barcelona de antes, sin turistas ni sagrada familia, pero con energía y carácter.Allí,recuerda feliz, como iba con su hermano al no baño detrás de la barraca.No había agua ni luz, pero sí muchas palmas y baile. En este lugar se gestó el alma de la gran Carmen Amaya, bailaora de un tiempo que marcó, prima hermana del padre de la Marta y portadora de un arte hondo y puro que no hay lugar que lo enseñe, más que la sangre.Es el que lleva nuestra protagonista y sus ancestros y descendientes, y que si no se ve reflejado en los escenarios por su parte, porque no pudo dedicarse a la danza,(bien lo sabe Dios), si se ve reflejado en su sensibilidad de lo cotidiano y en todos los gestos que la habitan, delatándome que estoy al lado de una gran mujer.
En esas callejuelas de tierra, Marta también aprendió las asperezas de la vida. Vió como el mismo hermano se enganchaba a la heroína con 12 años, robando bancos para comprársela. Un día, escapando de la policía, se enganchó por fuera a la puerta de un tren y mientras sus pies arratraban por el suelo, perdió tres dedos.Cuando llegó a su casa, su madre se desmayó al verlo.En ese momento, como si de una revelación se tratara, esta madre decidió que ella sería la que vendería la heroína, para salvar a su hijo de que perdiera, quién sabe más qué.
Este hecho, quizás haga caer los cimientos de alguna moral, pero si de amor se trata, aquí está la prueba.Yo puedo sentirlo.Puedo sentir el querer de esta madre, que decide seguir un sentimiento más profundo que una norma ajena, para que su hijo sobreviva, y actuar según las posibilidades de las que dispone. Sabiendo que, según que mundo habites, no todas las posibilidades se atreven a okupar todos los mundos.Así, ella se decicó a meter en su faja la heroína para su hijo, para su marido, y venderla a todo aquel que tocara a su puerta, con la norma (propia) puesta, en que no fuera inyectada.
En que lugar de nuestra sociedad, de nuestra ética, ¿puede encajar esto? y sin embargo encaja en otras partes, porque no todo es sociedad ni ética, existe la pasión por existir y el instinto de supervivencia, propio y de nuestro linaje,que no es más que un amor profundo por la vida, en todas las formas que ésta haya decidido libremente manifestarse.
Su hermano murió, a los 33, abrazado al disco de Camarón en la tumba.Marta llora al escuchar este cantaor, SIEMPRE.Su sueño; ir al sur a visitar donde yace,mientras visita la tumba de sus dos hermanos, temprano al salir de la cárcel, donde ahora sólo duerme.Las friega, les pone flores, y también friega las de al lado, y si una tiene pocas flores y otra muchas, quita un poco de una para poner un poco en la otra y así reparte su justicia divina,la suma de su conciencia y de su amor y que no fue la misma justicia que la juzgó a ella, ni que juzgó a su madre, que cumplió condena con 66 años.
En este mundo no la condecoraran de santa y volviendo a nombrar lo justo, tiene acciones a su espaldas de las que se arrepiente, pero yo puedo decir que la admiro, que su vida me camela, que su esencia, me hace por momentos ver el camino correcto; aquel que no se deja llevar por una ética externa, sino por un sentimiento profundo y puro,inspirado por el canto hondo de los que ya se fueron, y que guiarse por esto,SIENTO, es lo que a fin de cuentas, mi alma no me echará en cara.